The Paris Review publica en1966 una entrevista realizada por Gordon Lloyd Harper a Saúl Bellow, (1915 – 2005). Diez años después Bellow recibe el Pemio Nobel de literatura.

Entre las muchas reflexiones que se vierten y que vale la pena leer, hay una en la que voy a detenerme, cuando se refiere a la literatura realista, dice Bellow: “…creo que la literatura realista ha sido desde el principio una literatura de víctimas. Se ha dedicado a enfrentar a cualquier individuo corriente – y la literatura realista se preocupa por ellos – con el mundo exterior, y éste los derrota, claro está. Todo lo que la gente creía en el siglo XIX sobre el determinismo, sobre el lugar que ocupa el hombre en la naturaleza, sobre el poder de las fuerzas productivas en la sociedad, hizo que resultara inevitable que el héroe de la novela realista no fuera un héroe sino una persona que sufre y que acaba vencida por ello…”

De más está decir que el cine en general, el cine realista al menos, ha suscripto de manera casi fanática ésta premisa. Todo relato es tarde o temprano, el hombre y sus circunstancias, y de alguna forma, ésta posición ha definido un paradigma del cine de calidad festejado tanto por las tendencias de autor como por las de la industria. El cine ha sido durante mucho tiempo, y tal vez lo sigue siendo, en su producción mayoritaria, un relato sobre la víctima.

Mucha bibliografía refiere de manera acertada acerca del desplazamiento de los relatos que se viene manifestando en las “nuevas producciones televisivas” “nuevos modelos de relato”, “nuevos paradigmas”, “nuevos acercamientos”, muchas de éstas novedades se adjudican a la “nueva condición de los personajes”.

La supuesta “complejidad”, la “profundidad”, las “contradicciones”, son algunos de éstos atributos salientes, sin embargo, es justo decir que las víctimas,  también eran portadores de éstas “patologías narrativas”.

El texto de Bellow me anima a aventurarme acerca de éste corrimiento que me parece se corresponde no tanto con la “naturaleza” de los personajes sino con su carácter protagónico. Podría decirse que de manera categórica en la televisión incluso en la “realista” se ha impuesto la figura del victimario por sobre la de la víctima. 

En otra entrevista, realizada en “Desde el Actor´s Studio”, Alec Baldwin hacia un recorrido sobre modelos de actuación, hablaba de una primera etapa en la que interpretación actoral debía ser representativa del “Glamour”, hacia los 40, ésta condición se había desplazado hacia otra cualidad, la capacidad por representar “ Fortaleza”, hacia los 60/70 el actor se destacaba por su cualidad para dar fe de el “Antiheroísmo” como una capacidad para recrear un momento privado en público, finalmente hacia los 80 se comienza a imponer un formato de actuación que destaca lo “Físico”.

Siempre he estado atento a las maneras en que las representaciones de los intérpretes y los textos se retroalimentan con la apertura de nuevos horizontes narrativos, nunca se trata de una corriente unidireccional, pero si es cierto que en el período de la “Fortaleza” las interpretaciones de muchos actores fueron produciendo una apertura a nuevos modelos de relatos. Edward G Robinson se hizo famoso por sus papeles gangsteriles y de alguna forma la convocatoria a sus películas se asentaba en su cualidad para representar éstos personajes de naturaleza trágica, sin embargo el ámbito del protagonismo, del “titular” de la historia casi siempre estaba fuera de su alcance. Humprey Bogart, Robert Mitchum entre otros, logran dar éste primer salto y pueden permitirse representar dramas que los tienen como protagonistas en su condición de victimarios, sin embargo, la órbita del bien y del mal se disputan siempre el desarrollo de sus peripecias.

El momento de verdad, el del antiheroísmo, tiene también sus espacios destacados para el universo del antagonista,  bastaría mencionar “El padrino” de Francis Ford Cóopola, para dar cuenta de un relato que excluye de manera extrema de la diégesis el universo del bien, aunque en rigor de verdad, no deja de ser un relato de víctimas en su opus inicial.

Probablemente, la nueva televisión esté transitando éste camino, ofreciendo un espacio al relato de victimarios, un núcleo importante de producciones se concentra en éstos desarrollos. Un arte conservador por naturaleza, no abandona del todo las razones que dan origen a éstos victimarios, pero cada vez más, éstas razones son menos importantes.

Lo curioso, si es que hay algo curioso, es que éstas producciones permanecen o pugnan por permanecer dentro del ámbito formal del realismo, el cine de gangster, “de malos”, y el fantástico ha sido siempre más permeable a éstos desplazamientos, sin que dejaran de ser inusuales. El realismo ha sido siempre más reticente a pagar el precio de lo políticamente correcto.

De alguna forma, la consagración del victimario como centro de éstos nuevos relatos nos podría habilitar nuevamente a la vieja afirmación de Bellow, sería bueno saber si todo lo que la gente creía en el siglo XX  sobre el lugar que ocupa el hombre en la naturaleza, sobre el poder de las fuerzas productivas en la sociedad, hace que resulte inevitable que el héroe de la novela realista no sea una víctima, sino un victimario.